Existe una costumbre, malsana desde mi punto de vista, que es la celebración (casi obligatorias socialmente) de algunas loterías muy tradicionales. Este tipo de juegos en general, tan aceptados por la mayoría de la gente y tan apartados de la lógica estadística de ganancias (en realidad las posibilidades de ganar son muy pequeñas y demostradamente ruinosas con las cifras en la mano) me sorprenden. ¿Acaso no es más vicioso y ludópata quién juega con estos márgenes y parámetros que quién juega, por ejemplo, al mus donde el reparto de lo jugado es al 100% de lo apostado y, además, dependen de nuestra propia estrategia e inteligencia la obetención de resultados?
Un estudio de Gabriel Medina Vílchez de 2013 ofreció nuevos datos sobre el presunto origen de esta Lotería. Gabriel Medina afirma que fue una iniciativa de finales del siglo XIX de la granadina María del Carmen Hernández y Espinosa de los Monteros, duquesa de Santoña, para obtener fondos para un hospital de niños en Madrid. Inicialmente se trataba de una rifa en la que también se implicaban directamente los niños, por lo que denominó Rifa Nacional del Niño. Pese a la popularidad que alcanzó el juego y a que Alfonso XIII le eximió de pagar al Tesoro Nacional el impuesto del 4% de la recaudación, la duquesa nunca recuperó la inversión realizada para la construcción hospitalaria y acabó arruinada. Como veis, más bien podría llamarse "Sorteo de La Ruina".
Me me desoncierta aún que el principal sorteo casi coincida con la Navidad y que el segundo evento de este tipo en importancia lo haga prácticamente con la Epifanía. Parece que la gente pretendiera, sí o sí, que le toque la lotería a uno y le endosan a la pequeña divinidad la responsabilidad de lograrlo (una forma de practicar la religión muy pagana, en realidad).
Es por ello que escribo este villancico poco después de contemplar a mis familiares consultar ilusionados las listas de premios y llenar el chat de comentarios a propósito de "ganancias" (nadie habla de "pérdidas", que mayoritariamente son las que "ganan")que se invertirán en cenas ("carísimas", si lo piensan bien) o reinversiones para un próximo sorteo. Hace años que hice voto de no comprar boletos ni participaciones en este tipo de apuestas (No reniego de ellas, pero las acepto bajo parámetros más razonables; no hace mucho gané una cena a Charo, mi mujer, por una apusta; sin embargo perdí otra poco después en otra apuesta fallida).
Así que me pongo en la piel del Niño Jesús y me imagino cómo se podría sentir al ser utilizada su imagen para esta lotería. Si pudiera expresarse a su tierna edad diría algo similar, supongo. Ironía, enfando, advertencia, aclaraciones sobre su mensaje y recordatorio de su dura misión (que, lo repito, no es la de hacernos ricos, precisamente.)
"Pero ¡qué risa!
¿Por qué me venden?
¿Soy una rifa?
¡Eso me ofende!"
"Es un sorteo
pero les riño:
"No me lo creo:
yo soy un niño."
¿Ser amuleto?
¿Traerte suerte?
¿Ser un boleto?
¡eso es muy fuerte!
"Me ofreco y doy;
¡y regalado!
No juega, no,
Dios a los dados."
"No doy dinero,
yo soy un niño,
no un financiero:
yo doy cariño."
"¿Tanto jugáis,
tantos sorteos,
que deseáis
sólo dinero?"
"Jugar no quiero,
ni echaar a suertes:
jugar dinero
no me divierte."
"Aunque soy Dios
(lo puedo todo)
muy pobre soy
en este modo."
"Décimos vendo:
son de alegría
es lo que tengo,
lo que daría."
"Probarán suerte
porque naciera
jugarán fuerte
cuando yo muera."
"Es lotería
cuando he llegado
y en mi agonía
serán los dados."
Compráis billetes
de lotería...
Sólo juguetes
le compraría
¿Y si tocara?
¡Lo perderías!
"- No pierdo nada:
no lo quería."
Reclamo, apremio...
seran sus tretas.
¡El Niño es premio
sin papeletas!
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