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jueves, 24 de octubre de 2024

Jesús leía

 JESÚS LEÍA

Jesús leía: Reivindicación de la lectura en un delicioso villancico sobre esta afición de Jesús.

Entre los libros del Antiguo Testamento, destaca el Eclesiástico (que no debe confundirse con el Eclesiastés) en relación con la formación de los hijos. El principal entorno para educar es, según afirma, la familia. El elemento principal del proceso educativo lo constituye el niño que es tratado siempre como un gran bien para los padres . El deber de la educación recae tanto en el padre como en la madre, los dos juntos educan. El fin de la educación será que el hijo alcance una vida moral buena y consiga un nivel aceptable de sabiduría. Los padres, especialmente la madre en la infancia, impartían a sus pequeños los primeros rudimentos de una instrucción que era sobre todo moral. “Escucha, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no abandones la enseñanza de tu madre, que son diadema de gracia para tu cabeza y collares para tu cuello” (Prv 1,8). Jesús, el niño de Israel, de seguro conocería estas palabras del sabio y grabara en su corazón las enseñanzas de José y las instrucciones de María. Normalmente los consejos y el ejemplo de una madre acompañaban también la adolescencia. La madre estaba siempre presente en la educación del joven, en las palabras dichas en la intimidad del hogar.

No parece, en modo alguno, que Jesús fuera analfabeto ni de cultura limitada como algunos críticos aseguran. Al contrario, sabemos que Jesús vivió cerca de Jerusalén (el gran centro cultural urbano de la época) asistió a las sinagogas y conocía más de un idioma; así como que también dominaba aspectos literarios que sobrepasaban las características del ciudadano promedio de su tiempo. Por su peripecia vital sería seguramente letrado, políglota y experto en teología.

Probablemente María, su madre, fuera su primera maestra. Seguramente le enseñaría a leer las Sagradas Escrituras (el libro de texto de la época). Además, como cualquier niño judío de entonces, aprendería de la naturaleza, el primer libro para toda educación; y también por medio de tareas y responsabilidades diarias con las cuales tenía que cumplir en casa y en el taller de carpintería de su padre José. Que estaba bien instruído en la lectura lo prueba el pasaje del evangelio de San Lucas, donde desenrolla un pergamino en la sinagoga de Nazaret. Allí lee del libro de Isaías y da su interpretación (Lucas 4:16-21). Este acto sugiere que poseía las habilidades de alfabetización necesarias para poder leer hebreo, y las habilidades interpretativas avanzadas para explicar un texto del profeta Isaías. Tales habilidades se enseñaban habitualmente en las escuelas de la sinagoga, conocidas como "bet-sefer"; pero yo me inclino a creer que las traía aprendidas de casa, como puede ocurrir hoy en día (Mi hermano Javi aprendió a leer con mi madre y, para demostrar que estaba adelantado en ese aspecto ante la negativa de la dirección del centro al que acudió para cursar preescolar, mi madre le puso un periódico al revés para que lo leyese. Por supueso entró sin problema alguno en el centro, pese a estar el curso empezado).

En su tiempo la gente se preguntaba: ¿Cómo sabe Éste de letras, no habiendo aprendido? ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre! (Juan 7:15; 46). Todos se maravillaban del nivel de su sabiduría. ¿Cómo fue que él aprendió? La respuesta es simple y sencilla; a los humildes pies de María su madre y maestra.

En el Israel de la época tanto el padre como la madre enseñaban a sus hijos desde muy temprana edad. (Deuteronomio 11:18, 19; Proverbios 1:8; 31:26.) En la obra "Dictionnaire de la Bible"  del escritor francés E. Mangenot se lee: “Tan pronto como el niño podía hablar se le enseñaban unos cuantos pasajes de la Ley. Su madre repetía un versículo; cuando el niño lo aprendía, le enseñaba otro. Luego, se ponía en sus manos el texto escrito de los versículos que ya sabía de memoria. Así se enseñaba a los hijos a leer, y cuando crecían podían continuar su instrucción religiosa leyendo la ley del Señor y meditando en ella”.

Un aspecto que a menudo no es examinado acerca de la vida de Jesús son sus recursos literarios y retóricos que implican un conocimiento preciso de textos literarios. Jesús poseía cualidades literarias que rara vez se ven reunidas en una persona. Un ejemplo de esto es la gran variedad de figuras del lenguaje que utilizó; entre ellas, metáforas, símiles, parábolas, hipérboles, proverbios y acertijos. Debemos destacar también el aspecto original de las figuras literarias que empleó, pues una cosa es recitar esas figuras de memoria y otra es crearlas. Y, según lo que se ha podido establecer hoy acerca de los escritos que registran las declaraciones de Jesús, las figuras de lenguaje que empleó son de su autoría. Todo esto, Jesús lo puso en práctica en sus tres años de vida pública donde sus “sermones” son un buen ejemplo de literatura oral.

Otra área, no muy estudiada de la vida de Jesús tiene que ver con la posibilidad cierta de que él hablara más de un idioma. De acuerdo con lo que hoy se conoce, en Galilea, donde se hallaba Nazaret, se hablaban múltiples idiomas, ya que ahí habitaban árabes, romanos, griegos y sirofenicios. Además, la lengua internacional del tiempo de Jesús era el griego. ¿Tendría Jesús conocimiento del griego, ya que vivía en Galilea y los galileos eran multilingües? Probablemente sí.

No obstante las evidencias sobre la educación de Jesús de las que dan pista pasajes del evangelio aún resta por ser descontada la posibilidad de que él haya recurrido a sus poderes divinos para adquirir su desarrollo intelectual. Pero cuando Jesús intervenía milagrosamente, no lo hacía en beneficio propio; por eso, es probable que la educación de Jesús haya sido procesada por medios naturales, pues, cuando Dios realiza milagros, los hace cuando los recursos humanos son insuficientes para lograr ciertos fines deseados.
(Esta idea subyace en la parte final del villancico donde dice:

“María no le enseñó,
En este caso fue Dios”)

Este villancico se compuso con el objetivo de ser el villancico de las bibliotecas. El 24 de octubre se celebra el Día de las Bibliotecas y, con la finalidad de conmemorarlo, se me dispuse a realizar un villancico que recreara una posible relación de Jesús niño con las bilbiotecas. La escena más adecuada me pareció el suceso de la pérdida de Jesús en Jerusalén, ya adolescente, y su posterior encuentro en el Templo suscitando la admiración de los doctores y eruditos por su sabiduría respecto a la ley. Evidentemente, Jesús, había sido educado excelentemente. El que compuse anteriormente, la verdad, me salió un tanto extraño (quizá con un sonido rebuscado). Lo presentaremos aparte, pues tiene su interés también; pero quise hacer algo más navideño, al uso de un villancico tradicional o como una cancioncilla infantil. Y, en este caso, lo logré. Obtuve una medodía deliciosa que va jugando con un esquema melódico infantil que termina siempre con una pregunta y la respuesta del nombre de su madre: María (excepto en la última estrofa en que deja lugar a Dios).

Escucha este bonito juego que va presentando a un Jesús que es lector precoz, amante de los libros, devorador del libros en la juventud y finalmente “escritor” (o argumento de) una gran biografía. ¡Que duda cabe!



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