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domingo, 15 de diciembre de 2024

Los Reyes del Ñeca

 LOS REYES DEL ÑECA

Los zapatos vacíos: Villancico inspirado en “Mis albercas vacías” de Miguel Hernández sobre los niños pobres de antaño  que, pese a poner con ilusión sus zapatos, los enc ontraban vaciós al amanecer del día de Reyes.

Me gusta escribir. Lo hago siempre que puedo. De esta manera he llegado a esribir y publicar en blogs y libros autoeditados. Por su feficacia para facilitar el, antiguamente fatigoso y complejo trabajo de la edición, uso la plataforma de Amazon KDP (Kindle Direct Publishing). De esta manera he editado unas 20 publicaciones, por el sistema de autoedición, y con una tirada mínima y una ventas exiguas.

Pero algunos lectores, pocos, tengo. Uno de ellos fue, además, alumno mío cuando ejercí de profesore en el CEPA (Centro de Educación Permanente de Adultos) de Coslada. Antonio, que así se llama, nació en un pueblecito de Lugo, en la ribera del Miño y durante su infancia no pudo acudir mucho a la escuela. Cuando se jubiló quiso completar su educación asistiendo a esas clases para personas adultas. Como resultó que uno de los pueblos donde vivió estaba situado al lado de uno de los Caminos de Santiago, le regalé como despedida de curso, un libro con diarios de pergrinación recopilados durante las numerosas y variadas formas en que recorrí esos caminos. Creo que ya le rondaba por la cabeza; pero leer este libro le animó del todo a publicar un libro sobre su infancia. 

A Antonio, cuya lengua natal es el gallego, le cuesta expresarse en castellano; así que, algunos años después, decidió llamarme para que le echara una mano con la corrección del manuscrito que había elaborado. Nos pusimos manos a la obra y logramos editar su libro cuyo título es "Memorias de un hombre de paja".    


Entre las muchas anécdotas entrañables y sorprendentes que cuenta en esta biografía de su infancia hasta los 14 años se encuentra una relacionada con los Reyes Magos. No me resisto a la tentación de leeros ese pasaje:

“Voy a contaros el fiasco de los Reyes Magos.

Todavía estando en Oroxe, cuando nuestra tía Aurelia de Madrid venía de vacaciones algunas veces, comentaba que en Madrid los Reyes Magos recorrían las calles en camellos y con escaleras muy largas subían a las ventanas y, por las mismas, dejaban los regalos a los niños buenos. Nosotros alucinábamos: Madrid era el paraíso. ¡Claro; como a nosotros nunca nos llegaba ningún regalo exceptuando los que nos traía ella y cuando los traía! Así que en mí se fraguó una idea y un año tras otro la iba madurando.

Estando ya en Vilarvente lo llevé a cabo el último año de Reyes que pasé con mis doce años (ya para trece, porque los cumplía diez días más  tarde). En Vilarvente tuve la genial idea de escribir la carta a los Reyes en secreto. Nadie lo sabía; ni siquiera mis hermanos. Escribí una carta modesta, sin pedir mucho, porque yo pensaba que si pedía mucho los Reyes dirían: «Este es un egoísta» y se podrían enfadar y no dejar nada. Bueno; pues yo escribí la carta sin que nadie se enterara: pedí para todos mis hermanos allí presentes. No recuerdo lo que pedí para los menores; pero sí lo que pedí para mi hermana Ana: una muñeca, y para mí un cinturón de vaquero con sus pistolas incluidas. La noche de Reyes esperé a que todos se fueran a la cama y se durmieran. Cogí un zapato de cada uno (de los que teníamos para salir, pues poner las zuecas no me pareció que fuera lo correcto por ser para los Reyes algo anormal). Deposité todo en una ventana (la que yo supuse más adecuada para que a los Reyes les fuera más fácil dejar los regalos). Todo, junto con la carta, para que vieran lo que quería. Cerré la ventana y me fui a la cama. Como estábamos en enero había unas heladas de impresión. Al día siguiente tenía que levantarme el primero y así lo hice. Abrí la ventana y ¡qué gran decepción! Estaba todo con un dedo de escarcha, la carta toda tiesa y los zapatos lo mismo. Entonces, para que nadie se enterara, recogí todo y puse cada zapato en su sitio. La carta, con toda mi desilusión, y sin que se enterara mi madre que ya había encendido la lumbre, la eché al fuego. Allí se murió mi secreto y mi decepción.

Desde entonces dejé de creer en estas cosas y empecé a darme cuenta de lo que es la sociedad consumista: todo es un invento de los comercios para promocionar el consumo. Ya, de mayor, mis hijos se ponían delante de la televisión por Navidades y se pedían todo para ellos. Yo los reprendía: «Había que dejar algo para los niños que pasaban hambre» y llegué a casi convencerlos (o eso me pareció a mí; porque mi hijo David que era el mayor se ponía delante de la televisión con los anuncios diciendo «¡Ese para mí! ¡Ese para mí! ¡Ese para Javi! –y, de vez en cuando, le oía decir– ¡Ese para los pobres!». Por eso llegué a esa conclusión; que lo había convencido de que había que repartir.”

Los episodios que cuenta Antonio ("Ñeca", para sus hermanos) me recordaban mucho el famoso poema de Miguel Hernández "El niño yuntero" (incluso la imagen de la portada corresponde a un niño dirigiendo una yunta de vacas arando un terreno). Efectivamene, en su infancia el Ñeca fue uno de aquellos niños yunteros. Pero un día descubrí este otro poema del mismo poeta; un poema que me emocionó y que se asemeja mucho a su descripción de aquella noche de Reyes. "Mis abarcas desiertas" es un poema que debe escucharse. 

Los zapatos vacíos es un villancico inspirado esta historia real del Ñeca en la Epifanía de sus 12 años en un pueblo de la Galicia rural de 1963 y se construye imitando el famoso poema de M. Hernández. Refleja la inocencia de la infancia y la desilusión de la dura realidad. Contrapone la esperanza con la frustración y se enmarca en la cultura y tradición de los Reyes Magos (unos Reyes Magos ausentes, en este caso).  Es por ello que este villancico presenta una narrativa melancólica y nostálgica. La pérdida de la inocencia requiere que así sea. 


 

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