DEL ROJO AL VERDE
Del rojo al verde: Metamorfosis, impregnada de fina ironía, del personaje de Papá Noel en
un ser mezquino. |
EL rojo intenso que le confirió la marca Coca Cola se transmutará en el verde en esta irónica canción sobre el bonachón Santa Claus. Y no será precisamente el verde característico de San Nicolás (el verdadero personaje en el que está inspirado) sino el de la rijosidad, el de la líbido desbordada. Y todo por el efecto geográfico de su viaje al hemisferio opuesto, que disfruta de un tórrido calor atemperado por sus playas tropicales en esta época.
Con un estilo que recuerda a la lambanda y una voz femenina, cálida y sugerente, la música acompaña la metamorfosis del famoso Sinter Klass desde un abrigado morador del Polo Norte al desarropado vejete libidinoso que, con un daikiri en la mano, se solaza contemplando las mulatas en la playa de Copacabana.
Cuando inicié la composición de este villancico tenía la intención de en la desmitificar el mito del bondadoso y bonachón personaje (pura invención de emigrantes holandeses, escritores fantásticos y la compañía Coca Cola). Pensaba incomodarle con el cambio climático que supone pasar del frío polar al calor del trópico; quizá en sofocarlo con las altas temperaturas, cocerlo dentro de su traje de felpa agobiado por los picores y sudores propios del tórrido verano austral; pero no había previsto el final que se me presentó sin yo buscarlo y que acepté con una sonrisa: el desinhibidor efecto del calor de trópico sobre el carácter me llevó a transformarlo en un viejo verde.
La música (y la voz) acompañan esta transformación. La ética abandona, como la ropa, al personaje que termina desentendiéndose de su altruísta misión. El calor afecta al ser humano de maneras extrañas...
Es un villancico que me encanta acompañar con mi pobre voz desentoada. Aunque destruye el mito con una carga de profundidad de gran potencia, no deja de presentarnos un Santa Clauss (¡Por fin!) más humano y accesible. Estaba resultando empalagoso este viejo bonachón, dulce como la melaza, envuelto en su traje de un rojo chillón como un caramelo. Todos, en el fondo, entendemos un poco la evolución del personaje. Casi le perdonamos, aunque esa tolerada familiaridad con los pequeños retoños de nuestras familias acaba por despertar sospechas. Mejor que se dedique a niñas más mayorcitas, sí... Pero eso lo cuento en otro villancico.
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