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lunes, 18 de noviembre de 2024

Belén Story

 BELÉN STORY


Belén Story: Historia de un portal donde las figuritas inertes toman vida, contado por una hormiga traída allí entre el musgo de un viejo bosque.


Este villancico se inspira en la idea de la película Toy Story (de ahí el préstamo de la palabra inglesa asociada a Belén). Imaginar que las figuras de un Belén cobran vida sobre la maqueta donde se representa el nacimiento del niño Jessús es el núcleo de la trama. Para estructurarlo partí de un relato navideño escrito hace años: "Antz Story", la pequeña historia de una hormiga que termina accidentalmente en un nacimiento y se encuentra perdida en aquel mundo inerte y extraño. He pensado que, como introducción a este nuevo tema, lo mejor es contar aquel relato, que luego adapté como villancico (con difetencias sustanciales en el argumento) y os presento aquí, ya con sus versos de seis sílabas agrupados en cuartetas. Para la música, he dejando elegir a Suno sin muchas precisiones, tan solo que sea "un villancico" (Christmast Carol) y tenga algunos elementos de estas composiciones como, por ejemplo, que suenen campanillas (Bells), entre otros. 


Antz caminaba a trancas y barrancas por el camino de arena del nacimiento. Sin saber cómo una musiquilla se había instalado dentro de su cabeza y no paraba de tararear:

La hormiguita cojita
rota la patita
sin poder andar
la pobre hormiguita
se puso a llorar.
¡A ver cómo voy
cojita que estoy!…

Estaba desorientada. De mañana comenzó su diario afán guardando disciplinadamente su lugar en la fila plara salir del hormiguero a trabajar. Cuando vió la luz percibió también una sombra que se abalanzaba sobre ella y una enorme mano que abatía el musgo como una tempestad atrapándola entre los tallos húmedos y brillantes que fueron depositados en una cesta de mimbre. Luego transcurrieron largos momentos de agitación y oscuridad. De nuevo la mano gigantesca agarró el trozo de musgo que la atrapaba y lo extendió sobre una escarpada estructura. Corrió rauda a esconderse entre restos de cortezas y escorias oscuras.

El nuevo bosque era muy extraño. Sobre sus antenas se elevaba un cielo membranoso que crujía ásperamente. Aparecía con un azul irreal, completamente distinto del firmamento en el que ella se orientaba habitualmente, y unos puntitos brillantes, que recordaban vagamente las estrellas, relucían proyectando los rayos de pequeños y calientes soles encerrados en duras burbujas de cristal. El suelo estaba muerto. No sentía los miles de seres que pueblan el suelo del bosque. Los pequeños arbustos estaban secos. El musgo languidecía falto de humedad. En las laderas, entre las escorias que querían parecer rocas, una nieve falsa rodaba en cálidas bolitas a su paso. El camino tenía una arena dura y brillante sin un ápice de blanda arcilla que mitigara su complejo y articulado caminar. A su paso distinguió rígidas estatuas en forzadas poses. Habían sido toscamente modeladas con barro y presentaban una hierática expresión. Todas aparecían encaradas, camino abajo, hacia una oquedad en la roca iluminada con luz dorada.

Antz atravesó un puente construído con palitos encolados que salvaba un río extraño, sin agua, cubierto de una delgada y brillante lámina metálica. Varios patos inmóviles permanecían sobre ella. Un dormido pescador dejaba colgar del extremo del sedal un grueso pez rebozado en pintura gris. Al doblar un recodo no pudo evitar un sobresalto: una pastora yacía en el río, boca abajo, con el cántaro aún sobre su cabeza. Algún oscuro crimen se había cometido en este estravagante pueblo de estatuas y autómatas. Cerca de los falsos arbustos tubo que dar un rodeo: un extraño personaje tocado con un gorro extravagante estaba haciendo sus necesidades. Se extrañó de que sus heces no olieran en absoluto a nada; tal vez un poco a pintura...

Por un camino lateral venían unos extraños personajes a lomos de camellos. Hizo un gesto instintivo por apartarse pero la extraña comitiva parecía detenida. “Soy tonta -se dijo a sí misma- estas figuras están congeladas, no tienen vida: nada pueden hacerme.” Subió por las patas de uno de aquellos cuadrúpedos de barro reseco y olisqueó las alforjas. Allí una amalgama de monedas doradas brillaba en la oscuridad. Nada de valor ni de comer. Ya comprendía que sería difícil alimentarse en este sitio tan extraño.

De cuando en cuando, entre las falsas casitas de cartón, se percibían breves destellos producidos por unas uvas luminosas. Cuando se acercó a una de ellas pensando en su jugoso néctar se abrasó las mandíbulas. “¡Qué raro es este bosque!” - pensó preocupada frotándose sus antenas para aliviar el dolor-.

Andando, andando, llegó a una oquedad que recordaba un poco a las cabañas de los humanos en su bosque natal. Allí, entre pajitas doradas ¡sin un solo grano de trigo! estaba representada una familia de humanos que acababan de procrear. Se acercó con curiosidad hasta el pequeño lecho donde una figurita semejaba un bebé. Parecía tan real esta vez que frotó con sus antenas el piececito que sobresalía de la cuna. El pequeño pie se estremeció. Una risa infantil inundó el pequeño nacimiento. El alegre gorgeo recorrió cada rincón de aqella maqueta inanimada. Antz, asombrado, contempló que aquel extraño bosque cobraba vida, una vida que solo ella era capaz de sentir.



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