VILLANCICO DEL PANADERO
Villancico del panadero. Belén (cuyo significado es “La casa del pan”) recibe el día de Navidad con el panadero haciendo el pan. San José le pide uno de aquellos panes recién hechos. |
Belén es un nombre compuesto (en hebreo: Beyt Leḥem "casa del pan/ de la comida”. Descubrir esto me sorprendió tanto que un año, al pensar en el regalo que debía hacer a la amiga invisible que me correspondía, y que se llamaba precisamente Belén, decidí regalarle una barra de pan… (Claro que, dentro de la barra introduje un pequello rollo de papel con indicaciones para encontrar el regalo definitivo: un precioso carrusel de angelitos dorados movidos por la corriente de convección que producían una velas encendidas en la base). Ni que decir tiene que le encantó: no sólo el regalo, sino la pequeña parafernalia donde informaba del origen de su nombre y explicaba la presencia de la barra de pan, que inicialmente sorprendia negativamente.
Belén era una población pequeña, constituida por un puñado de casas salpicadas en la ladera de una colina, unos ocho kilómetros al sur de Jerusalén. Su origen se remona siglos antes del nacimiento de Jesús porque su nombre ya aparece en escritos del año 1350 a.C. como una ciudad de paso para los viajeros que recorrían los caminos que unían Siria y Egipto. A sus pies comienza un extenso llano donde se cultivaba trigo y cebada. Tal vez debido a su riqueza en la producción de cereales la ciudad recibió el nombre de Bet-Léjem. A comienzos del siglo I Belén era poco más de cuatro casas rodeadas por una muralla que estaría mal conservada, o incluso desmoronada en gran parte, ya que había sido edificada casi mil años antes. Sus habitantes vivían de la agricultura y la ganadería. Tenía buenos campos de cereales. Además, se situaba en las regiones limítrofes con el desierto.
En los inicios de la dominación romana el pueblo de Belén parece haber conservado su carácter agrícola con una pequeña población de familias judías religiosamente observantes que continuaban cosechando sus campos cercanos y apacentando sus rebaños en las laderas circundantes. Sin embargo, bajo el reinado de Herodes el Grande (40 – 4 a. C.), estos campos y tierras de pastoreo pueden haber sido incorporados al interior económico más grande de Jerusalén, la poderosa ciudad-templo en el centro del reino de Herodes. Si ese fuera el caso, es posible que gran parte de los productos agrícolas de los alrededores de Belén, así como muchas de las ovejas y cabras que se crían allí, se usaron para suministrar las diversas ofrendas y sacrificios necesarios para el templo de Jerusalén.
Con respecto al pan, se puede determinar la importancia de ese alimento en muchas partes de la Biblia (el Génesis, el Pentateuco, el libro de Josué, el Cantar de los Cantares, los Evangelios…). Referencias al pan aparecen frecuentemente en el evangelio: Jesús afirma que “Él es el pan de vida” (Juan 6:28-71), y su nacimiento en el pueblo de Belén (casa del pan) son algunos ejemplos.
El pan era digno incluso de reyes y era el plato principal en las mesas, si su fortuna lo permitía. Los pobres lo comían de cebada; los ricos, de trigo. Su elaboración se producía con el trigo (o cebada) cosechado y molido entre dos ruedas para obtener la harina, una labor que casi siempre recaía en las mujeres, aunque luego el pan pasara de largo en su mesa. La masa se formaba sobre una artesa, instrumento de trabajo doméstico que aparece mencionado en el Éxodo. Para “levantar” el pan se usaba una levadura fresca que no debía estar, por ningún motivo, ni ácida ni corrompida, pues de no ser así se transgredían los preceptos religiosos.
En la cultura hebrea la mujer era la encargada de la panificación. Todas las casas contaban con un horno. En épocas de escasez un horno podía ser compartido por dos familias. Poco después, conforme las ciudades crecieron los hombres empezaron a cumplir las funciones de panaderos. Según el historiador Josefo en tiempos de Jesús la profesión estaba muy extendida y abundaban los panaderos en Palestina. Incluso en Jerusalén había una calle entera donde los maestros ejercían sus funciones. Además, existió una fábrica de pan a la cual los panaderos llevaban su harina para ser convertida en pan y luego vendida en sus establecimientos.
El pan se elaboraba cada dos o tres días, ya que no duraba mucho pues se enmohecía con facilidad. Con frecuencia al pan se le daba forma circular y se le nombraba “pan redondo”. Estos panes eran planos y pequeños (como de 4 cm de diámetro) y medían unos 2 centímetros de altura, por lo que en las comidas podían comerse fácilmente hasta tres. Esta pan se cocía en el horno familiar sobre las brasas.
Examinado con estos datos históricos, no parece muy lógico que hubiera “una panadería” en Belén, aunque se consumiera y produjera allí mucho pan. Más bien debemos imaginar a nuestro panadero como un aldeano más que enciende su horno familiar para elaborar los panecillos de unos pocos días para su familia y algunos vecinos más. Haciendo esta salvedad, el resto del villancico cuadra perfectamente con una posible madrugada en el pequeño pueblo de judea. Quizá el lugar del nacimiento puede estar situado en un contexto demasiado próximo al núcleo urbano (el portal estaría más bien alejado). Concédase esa licencia para poder disfrutar de esta historia entrañable.
El olor del pan recién hecho y el muy sabroso sabor del pan crujiente recién salido del horno forman parte de uno de los manjares al alcance de los más pobres. Muchas guías turísticas de viajes a bajo precio ofrecen la dirección de panaderías locales y horarios de apertura para los mochileros en la seguridad de que lo agradecerán.
Balada con acento folclórico, sonnolienta como el momento que describe. Nos ofrece una tierna escena, muy realista. En alguna de mis peregrinaciones a Santiago me he encontrado con aldeanos que te ofrecen algún alimento al paso. La hospitalidad distingue a la gente sencilla, la buena gente.
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